En nuestro país, más de un tercio de las personas mayores de 70 años tiene diabetes, pero si añadimos a los que padecen intolerancia a los carbohidratos o glucemia alterada en ayunas, ese porcentaje se eleva a más de la mitad. Estos son algunos de los datos que se desprenden de la ponencia que el Dr. Leocadio Rodríguez-Mañas, jefe del Servicio de Geriatría del Hospital Universitario de Getafe (Madrid) desarrolló durante la celebración del 25º Congreso de la Sociedad Española de Diabetes (SED) celebrado el pasado fin de semana en Pamplona.
La prevalencia de la diabetes va en aumento, pero el número de enfermos no se distribuirá de forma homogénea entre los segmentos de población, si no que se concentrará de forma casi exclusiva en las personas mayores de 55 años, y de manera muy especial, entre las personas mayores de 65 años, llegando a representar el 50% de las personas con diabetes. Es por ello que el manejo de las personas mayores con diabetes representa un importante problema de salud pública para lo cual es conveniente conocer las peculiaridades de su abordaje global que afectan a las medidas preventivas, al diagnóstico, a la evaluación integral y al tratamiento global de la enfermedad y sus complicaciones, con un objetivo principal orientado a mantener la autonomía funcional del paciente.
Objetivo principal: autonomía funcional
Puesto que este grupo de población tiene menos expectativa de vida, y conforme avanza la edad, el riesgo relativo de muerte conferido por la diabetes disminuye drásticamente, el objetivo principal del tratamiento en las personas mayores es conseguir que tengan una óptima calidad de vida, es decir, una autonomía funcional.
La diabetes es uno de los principales factores de riesgo de desarrollo de deterioro funcional, evaluado en términos de peor movilidad y mayor dependencia para actividades diarias, pero también afecta a las funciones cognitivas y al estado de ánimo. Según explica el Dr. Rodríguez-Mañas “un plazo tan corto como dos años es suficiente para poner de manifiesto el mayor riesgo –más del doble- de desarrollar dificultad para actividades tan habituales como subir escaleras o hacer tareas del hogar, en comparación con mayores de la misma edad sin diabetes”. Este riesgo es aún mayor en las personas que ya tienen algún pequeño deterioro funcional, independientemente de la causa que lo originara.
Este impacto de la diabetes tipo 2 sobre la funcionalidad de la persona mayor obliga a que el tratamiento esté enfocado en evitar el deterioro funcional y su progresión, lo que significa hacer hincapié en aquello que genera beneficio a corto plazo, como por ejemplo tratar la hipertensión arterial, en vez de aquello que necesita décadas para generar beneficios, como es el caso del control intensivo de la glucemia o dietas restrictivas. “Pero también hay que poner énfasis en mejorar la relación riesgo-beneficio, evitando situaciones como la hipoglucemia que no solo aumenta el riesgo de muerte, sino también de caídas y fracturas, demencia y hospitalizaciones. Sin olvidar la importancia de pautar ejercicio físico de diferente intensidad”, concluye el Dr. Rodríguez-Mañas.