La cruzada del alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, en su lucha contra la obesidad de muchos neoyorquinos se ha ampliado con una propuesta pionera en Estados Unidos para prohibir la venta de refrescos azucarados de gran tamaño en puestos callejeros, cines y restaurantes de la Gran Manzana. La medida, que podría entrar en vigor en marzo de 2013, fue revelada por el regidor en una entrevista que hoy publica The New York Times, y es una muestra más de su preocupación por ese aspecto de la salud pública, que ya en 2009 le llevó a lanzar una campaña publicitaria contra el consumo de ese tipo de bebidas.
«La obesidad es un problema nacional y en todo Estados Unidos los responsables de salud pública se lamentan y dicen que es terrible», dijo el alcalde a ese medio, al que aseguró que «Nueva York no es un lugar para retorcerse de manos; aquí se hace algo». La campaña contra la obesidad en Estados Unidos está liderada por su primera dama, Michelle Obama, preocupada por los inquietantes niveles que esa enfermedad -que aquí alcanza rango de epidemia- tiene sobre todo entre las minorías negra e hispana.
Es una enfermedad que se vincula con problemas cardiovasculares, diabetes tipo 1 y diabetes tipo 2, cáncer, y trastornos del sueño, entre otros problemas. La propuesta de Bloomberg, que se votará por el concejo municipal de Salud en junio y si es aprobada entrará en vigor en marzo de 2013, prohibiría la venta de esas bebidas a partir del tamaño de 16 onzas o 464 mililitros en restaurantes, cines y carritos callejeros, muy populares en la Gran Manzana. La medida también afectaría a otros lugares muy habituales y populares de la ciudad, como los «delis» o restaurantes en que se venden bocadillos, ensaladas y comida fría, las franquicias de comida rápida e incluso los estadios deportivos.
En la prohibición quedarían incluidas desde las bebidas energéticas a los refrescos tipo soda o los tés fríos azucarados. No lo estarían, sin embargo, las que tienen menos de 25 calorías, las aguas vitaminadas o el té sin azúcar. Otras bebidas no afectadas por la propuesta de Bloomberg serían las sodas o refrescos dietéticos, los jugos de frutas, las bebidas lácteas como los batidos o las alcohólicas, y tampoco se aplicaría a las que se venden en las tiendas de alimentos y pequeños supermercados.
La primera reacción de la Asociación de Bebidas de Nueva York ha sido la crítica a la futura medida, y en un comunicado señaló que el Departamento de Sanidad de la ciudad «tiene de nuevo la insana obsesión de atacar este tipo de bebidas». Al tiempo rechazó la idea de que la obesidad en el país -que en 2010 afectaba a 2,4 millones de adultos- pueda combatirse «atacando a los refrescos».
Bloomberg, de 70 años y en su tercer mandato como alcalde de ha hecho de la salud pública una de sus prioridades y ya ha aprobado legislaciones restrictivas con prohibiciones como la de incluir las denominadas grasas «trans» que aumentan el colesterol y se consideran altamente perjudiciales para la salud en las comidas de restaurantes en franquicia y de comida rápida. Otras medidas tomadas por el millonario alcalde neoyorquino fueron la de obligar a las cadenas de restaurantes a incluir en la carta el número de calorías de los alimentos junto al precio; o la prohibición de fumar en restaurantes, parques públicos, piscinas, playas y lugares históricos de Nueva York.
El grupo NYC CLASH, muy crítico con esta última medida, informó el martes de que había conseguido que se suspendiera la prohibición, en vigor desde abril, alegando que la Oficina de Conservación de Parques de Nueva York la había aplicado nueve días antes de presentar la medida a la Asamblea Legislativa estatal. La cruzada de Bloomberg por mejorar la salud de los neoyorquinos ha llevado incluso a que los más críticos con el alcalde le apoden «Nanny Bloomberg», por considerar que son medidas que afectan a la libertad personal de los ciudadanos, recuerda el Times. Otros consideran esas decisiones, sin embargo, como pioneras para el resto del país. En algunas escuelas del país las autoridades locales han prohibido la venta de refrescos azucarados dentro de sus recintos, y se promociona que los niños coman de manera más sana.
Según datos municipales, un tercio de los neoyorquinos -entre los que se considera que la mitad de la población tiene sobrepeso o es obesa- toma una o más bebidas de ese tipo al día, además de que en las últimas tres décadas han agregado a su dieta 250 calorías extras debido a esos refrescos.