Los españoles ya lo sabíamos, y más aún los reputados expertos que se dan cita estos días en el Palacio de Congresos de Valencia con motivo del XXXIV Congreso Nacional de la Sociedad Española de Diabetes (SED), pero siempre es bueno recordarlo y más aún que lo haga una de las expertas mundiales en este campo, avalando sus consejos y recomendaciones con datos y evidencias incontestables. La prestigiosa nutricionista Shira Zelber-Sagim, de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Haifa (Israel), ha explicado hoy como lo que comemos incide en el riesgo de desarrollar enfermedad de hígado graso no alcohólico y diabetes tipo 2, y señala la estrecha relación que existe entre ambas enfermedades.
Y es que una de las principales batallas que lidera esta experta es frente a los productos ultraprocesados,“que están formulados a partir de ingredientes industriales y contienen pocos o ningún alimento intacto; por su naturaleza, no son saludables y deben evitarse”. Uno de los principios de la dieta mediterránea, y otros patrones de alimentación saludable, es minimizar los alimentos procesados y priorizar las comidas caseras. Sin embargo, en estos momentos los ultraprocesados representan una parte importante de la dieta occidental. “Los ultraprocesados a menudo se caracterizan por una menor calidad nutricional, una alta densidad energética y la presencia de aditivos, sustancias de los envases (en contacto con los alimentos) y compuestos formados durante la producción, el procesamiento y el almacenamiento”, aclara Zelber-Sagim, que pone como ejemplo de productos ultraprocesados típicos “las bebidas carbonatadas, los aperitivos envasados, los ‘cereales’ del desayuno, las salsas ‘instantáneas’ y muchos productos listos para calentar”.
El consumo de productos ultraprocesados se ha incrementado dramáticamente a nivel mundial. En los 10 países participantes en la Investigación Prospectiva Europea sobre el Cáncer y la Nutrición (EPIC), donde se incluían a 36.034 personas de 35 a 74 años de edad), los alimentos altamente procesados contribuyeron entre el 61% (España) y el 78-79 % (Países Bajos y Alemania) de las ingestas energéticas medias. En los EE. UU., entre los 9317 participantes en el NHANES 2009-2010 mayores de 1 año, los alimentos ultraprocesados comprendían el 57,5 % de las calorías de la ingesta diaria de energía.
Varios estudios llevados a cabo en diversas poblaciones han demostrado una asociación entre la proporción dietética de ultraprocesados y el riesgo de varias enfermedades crónicas relacionadas con la dieta, como la obesidad, factores de riesgo cardiovascular, cáncer, trastornos gastrointestinales, fragilidad y mortalidad. Por lo tanto, “limitar el consumo de alimentos ultraprocesados puede ser una estrategia eficaz para la prevención y el tratamiento de la obesidad y de otras enfermedades asociadas, como la diabetes o la EHGNA”, asegura la conferenciante israelí.
Un número creciente de estudios ha probado una asociación directa, y ‘dosis dependiente´, entre el consumo de alimentos ultraprocesados y EHGNA También se ha evidenciado una asociación entre la carne roja y procesada y la EHGNA. Además, el consumo excesivo de alimentos procesados con alto contenido de grasa, azúcar y fructosa y preparados a altas temperaturas conduce a una mayor ingesta de productos finales de glicación avanzada (AGE, en sus siglas en inglés) que aceleran los daños hepáticos.
Además, como termina explicando esta experta, “los bajos ingresos y los déficits alimentarios pueden estar relacionados con una mayor prevalencia de EHGNA y fibrosis avanzada, muy probablemente por la asequibilidad de alimentos procesados, de alto contenido calórico y alto contenido en grasas/azúcares, así como una disminución general de la dieta de calidad”.
Esta nutricionista concreta algunas intervenciones específicas para reducir el consumo del ultraprocesados y bebidas azucaradas, que van desde el aumento de los impuestos especiales, prohibir o crear restricciones integrales sobre su comercialización y publicidad (especialmente la difusión dirigida a niños y adolescentes) y restringir su disponibilidad física hasta medidas particulares para asegurar que las opciones saludables y nutritivas estén disponibles y sean asequibles para todos los consumidores (por ejemplo, subvencionando frutas y verduras, usando para ello los impuestos que gravan a los ultraprocesados), fomentar la reformulación de alimentos saludables o llevar a cabo intervenciones de salud pública (con especial énfasis en los grupos vulnerables).