El verano es una época positiva de relajación y descanso si los calores lo permiten, algo que este año está siendo difícil. Sin embargo el verano para las personas con enfermedades crónicas como la diabetes pueden ser una estación complicada. Si al calor y la humedad unimos la relajación o abandono de los hábitos propios de esta época del año, el efecto puede hacer ganar entre 3 y 5 kilos de peso a las personas con diabetes tipo 2, así como empeorar el control de la enfermedad, dando pie a la aparición de complicaciones asociadas.

Por ello, especialmente en el verano, es importante no abandonar las pautas del tratamiento y cuidado de la enfermedad que deben seguirse durante todo el año, lo que no va a impedir disfrutar de las actividades habituales del verano como viajar, ir a la playa, pasear o practicar deporte al aire libre.

El control de la alimentación es fundamental para las personas con diabetes, aunque suele ser el primer hábito afectado por la relajación de los horarios de verano. “Subir unos dos kilos de peso puede ser frecuente para algunos pacientes en esta época del año, así como volver de las vacaciones con unos niveles de glucemia alterados”, señala Mercedes Galindo, Enfermera educadora en diabetes del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Clínico San Carlos (Madrid), Profesora de la Escuela a de Enfermería de la Universidad Complutense y miembro de la Junta Directiva de SED.

La dieta ideal para las personas con diabetes tipo 2 es la mediterránea, donde predomina el consumo de pescado y carne blanca sobre carne roja, legumbres, frutos secos, cereales integrales, frutas y los productos lácteos desnatados. El aceite de oliva virgen debe constituir la grasa de adición fundamental.

La intensidad de la actividad física deberá adaptarse a las condiciones del verano;  de hecho es recomendable no abandonar este hábito. Deberán controlarse los niveles de glucemia tanto antes como después del ejercicio para evitar hipoglucemia, y “tomar previamente carbohidratos en mayor o menor cantidad dependiendo de la intensidad y duración del ejercicio (una pieza de fruta, un yogur o un pequeño bocadillo) para compensar los niveles de glucosa”, aconseja Galindo. Sudoración, debilidad, temblores y sensación de cansancio son algunos síntomas de hipoglucemia que deberán tenerse en cuenta6.

Por otro lado, tanto el calor y la humedad como los niveles elevados de glucosa en sangre pueden causar deshidratación, por lo que beber agua de manera constante es una garantía para mantenerse hidratado.

El cuidado de los pies también toma protagonismo durante el verano para las personas con diabetes. “Los problemas neurológicos y vasculares provocan la pérdida de sensibilidad en los pies y, si se produce alguna herida que no se identifique a tiempo por no sentir dolor, puede derivar en una infección”, apunta la enfermera. Por ello, se recomienda utilizar calzado cerrado y cómodo y revisar, al final del día, si se tiene alguna lesión con el objetivo de poder tratarla a tiempo.